Este documento se hace llegar a las fuerzas políticas interesadas en promover el intercambio y el aporte de ideas, ante la severísima crisis que ha estallado en el corazón mismo del capitalismo mundial, de modo de analizar en común sus alcances, las repercusiones en América Latina y la Argentina y las posibles respuestas a vertebrar. La conmemoración en estos años del Bicentenario de la Independencia Latinoamericana es un buen motivo de unidad en torno de las banderas que levantaron nuestros libertadores.
Consideraciones
Queda dicho que la crisis ha estallado en el propio centro del sistema dominante: los Estados Unidos. Desde allí se expande a todo el mundo a través de las infinitas redes financieras, comerciales, corporativas, mafiosas y de todo tipo que se construyeron durante largo tiempo y se potenciaron en los años del neoliberalismo duro que marcó la década del ’90.
Consideramos que no se trata de una crisis más de las tantas que afectaron cíclicamente al sistema capitalista mundial casi desde sus inicios. Ni siquiera se asemeja a la más traumática y famosa de ellas: la de los años 1929-1930, porque hoy el volumen del Producto Bruto Interno de los EE.UU. es mucho mayor, así como las desmesuradas magnitudes económicas virtuales que transitan los circuitos financieros. La crisis financiera y económica se expande en simultáneo con otras crisis que afectan al Imperio y al capitalismo todo: la ecológica, la alimentaria, la militar, la de dominación, la de representatividad política, etc.
No creemos estar ante una inmediata implosión del sistema, pero sí ante una fase avanzada de su proceso de decadencia y de pérdida del liderazgo hegemónico de los EE.UU. como única superpotencia global y avizoramos un período de turbulencias que no será corto.
Por otra parte, los intelectuales orgánicos del capitalismo expresan hoy otra crisis, acaso tan peligrosa como las mencionadas anteriormente. Es una crisis de percepción, emanada de su sentido de clase, que les impide acertar con las medidas adecuadas para salvar al sistema en su conjunto.
Los llamados “planes de rescate”, en rigor verdaderos operativos de superconcentración de activos financieros y de la riqueza en aún menos manos de las que los tenían, no sólo no resolverá esta mega crisis sino que la alimentará y la prolongará.
Desde el siglo XIX la Argentina está inserta en las redes de producción, circulación y distribución del capitalismo y este hecho hace que no podamos considerarnos dentro de una cápsula que nos preservará de los efectos terribles de los actuales desequilibrios internacionales. Por el contrario: la economía argentina se volvió, a partir de los ’90, más y más dependiente del capitalismo global. Fue precisamente la lógica de la subordinación al modelo transnacional del neoliberalismo, con sus organismos de control y dictado de políticas, la que llevó a nuestro país al precipicio de diciembre de 2001 y al derrumbe del que aún no se ha recuperado, pese al período de “bonanza” producido por los altos precios de los commodities, petróleo y soja principalmente, pensamos que la hora reclama un debate a nivel nacional sobre el rumbo adecuado para enfrentar la situación, por fuera del culto neoliberal a la “mano invisible y autorreguladora” del mercado o la apelación a teorías que solo pondrían algunos parches sin resolver las cuestiones de fondo.
Propuestas
A nuestro juicio, esta emergencia requiere de un plan de acción que se articule tras cuatro ejes centrales: la integración latinoamericana, la distribución de la riqueza, la recuperación del patrimonio nacional y como cuestión central la urgente y efectiva promoción a todas las formas de economía popular y social.
1. Con la integración latinoamericana en el plano económico-político a través del Mercosur, de la UNASUR, del Grupo de Río, de la puesta en marcha del Banco del Sur, y de una asociación con el ALBA y el Tratado de Comercio de los Pueblos; de la utilización de nuestras monedas en las transacciones bilaterales apuntando a una moneda común, de la concreción de los proyectos energéticos y comunicacionales como TeleSur, de la construcción de un sistema de vías navegables, redes aéreas y ferroviarias a nivel regional y la recuperación de las que teníamos a nivel nacional y, en fin, de la creación de toda clase de mecanismos de integración que tiendan a unificar económicamente toda la región con articulaciones laborales, cognitivas, productivas desarrolladas en cada país, podríamos atemperar los efectos de la mega crisis que sufre el mundo.
2. Con la distribución de la riqueza, es decir, con el aumento de los salarios, las jubilaciones y pensiones para todos; con una verdadera reforma impositiva que haga realidad el principio de progresividad (que paguen más los que más tienen, que paguen menos los que menos tienen y que no paguen nada los que no tienen nada), con la creación de instrumentos estatales que permitan orientar y controlar el comercio exterior de granos, carnes y energía, de modo tal que la renta de la tierra y el subsuelo no sea objeto de la especulación financiera y factor de poder de los grupos económicos, sino que sirva para promover el bienestar popular, la igualdad, la justicia y la soberanía nacional, con la repatriación de capitales, etc., podremos avanzar hacia un cambio del actual modelo productivo, sojero, de exportación de materias primas, e intentar construir un modelo de producción que parta de satisfacer las necesidades populares con un fuerte mercado interno.
3. Con la recuperación de la plena soberanía del Estado sobre el patrimonio nacional enajenado y nuestros recursos naturales, lograríamos poner a disposición de un desarrollo nacional armónico, y disfrutable por todo el pueblo, la renta de la cual hoy se apropian en su mayoría monopolios extranjeros que trasladan sus grandes ganancias a las metrópolis del norte. El petróleo, el gas, la minería, las empresas de servicios públicos malvendidas en los `90, deben volver a estar al servicio de la sociedad y no del afán de lucro y de las especulaciones de compañías transnacionales.
4. Por último, pero lo más importante, como herramienta de acción directa sobre la crisis, tomar enérgicas medidas de promoción de la economía popular y social lo que requiere entre muchas otras cuestiones potenciar el rol de la pymes, principal fuente creadora de empleo en la Argentina (60% del total). Desarrollar amplias líneas de crédito, ventajas impositivas y un plan sistemático de promoción tanto del mercado interno como externo, decidido apoyo a las cooperativas tomadas como el vasto movimiento que son, en todos sus rubros: productivos, industriales, agrarios y comerciales, impulsándolas como aporte a una nueva cultura de producción social en nuestro país. Atender con solicitud la potenciación de las empresas recuperadas y administradas por los trabajadores a partir de la crisis del 2001. Apoyo decidido a toda otra forma de desarrollo de la iniciativa plural de nuestro pueblo trabajador.
Desde estas orientaciones generales, creemos importante reflexionar sobre caminos que nos conduzcan a modernizar el sistema productivo, a impulsar un sólido plan de obras públicas y a recuperar la plena capacidad de decisión nacional sobre las palancas claves de la economía.
No creemos conveniente regresar a la desgastada receta de “enfriar” la economía reduciendo el gasto público y el consumo a través de la pérdida del poder adquisitivo del salario real: de ese modo no se supera la crisis sino que se abre paso al discurso de los sectores dominantes que siempre recurren a la misma medicina y hoy tratan de articular una derecha opositora que ya no aplicará el neoliberalismo de los 90, sino un proyecto aun más expoliador, hambreador y violento en función de la crisis global del capital.
La integración latinoamericana, la ampliación del mercado interno por la vía de la distribución de la riqueza, la recuperación del patrimonio nacional constituyen, a nuestro entender, el núcleo de un programa de acción que debería surgir del debate democrático y plural, entre todos los que están comprometidos con una salida nacional, popular y antiimperialista a la crisis mundial que nos golpea.
Estamos ante la oportunidad histórica de superar las divisiones estériles y secundarias que han impedido, una y otra vez, la elaboración de un programa común que sea la base de una fuerza popular, nacional, patriótica y antiimperialista cuyo objetivo sea la concreción de una alternativa de gobierno y de poder para alcanzar la libertad, la dignidad y el bienestar que nuestro pueblo merece.
El discurso de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner al inaugurar las sesiones legislativas 2009 es un aporte positivo e interesante en esa dirección. Muchas fuerzas políticas y sociales y personalidades tienen elaboradas también importantes propuestas.
Lejos estamos de considerarnos los dueños de una verdad absoluta. Por ello estamos preparados para escuchar otros conceptos y propuestas para que conjuntamente podamos encontrar los mejores caminos.
Buenos Aires, marzo de 2009

(PSI, que más tarde se llamó Partido Comunista), el 6 de enero de 1918. La creación del Partido Comunista fue un acto de rebeldía, fundamentalmente juvenil, contra el reformismo de un Partido Socialista que había abandonado la lucha por la revolución hacía tiempo y que se sumó a la oligarquía en su política pro-británica en la 1º Guerra Mundial.
Para el año 1936 comienza la Guerra Civil Española y el avance del fascismo en el mundo. Esto vuelca al movimiento comunista internacional con muchísima fuerza a la lucha contra el fascismo y la articulación de frentes antifascistas. Esto logró oponerle una fuerza importante a los avances del fascismo en el orden mundial. La Fede en todo el país realizó grandes trabajos de agitación, con pintadas, volanteadas o con compañeros que simplemente se paraban en las esquinas sobre un cajón a dar discursos contra el fascismo, por la República Española, hasta que la policía los arrestaba o hasta que lograban evadirla y vuelta, a las cuatro o cinco cuadras, a poner nuevamente el cajón, y sobre él al compañero y con él la arenga, el mensaje a nuestro pueblo. En esos años La Fede también impulsa las llamadas "Transformadas", clubes barriales donde se desarrollan actividades para la difusión del antifascismo y de tipo recreativo (bailes, biblioteca, etc.), todo cargado de un fuerte sentimiento antiimperialista. Para el ´43. con la CGT partida en dos, desde la Secretaría de Trabajo de un gobierno golpista, Perón empieza a dar respuesta a los reclamos del Movimiento obrero, trabajando con cada uno de los sindicatos por separado, para ganarlos para un proyecto de capitalismo distributivo y pacto social. El Partido y La Fede se pronuncian contra el golpe de estado del ´43 y libran durísimas batallas por la supervivencia ante un estado represor y con fuerte operatoria política al mismo tiempo.
Con el golpe de Onganía en el ´66, hubo una impresionante protesta estudiantil, con varias escuelas y facultades tomadas, que terminó con "La noche de los bastones largos". Se va acumulando bronca, en un marco de organización estudiantil, en el cual La Fede jugaba un papel de conducción decisivo. En las ciudades en las cuales los estudiantes vivían en comunidades, es donde la idea de la unión obrero-estudiantil se hace más fuerte, y la resistencia a la dictadura es más aguerrida, culminando con el Rosariazo y el Cordobazo en 1969.
Aún en las duras condiciones que impuso la dictadura y con el problema de línea del partido de sobrestimar las diferencias entre los militares y debilitar la unidad de la izquierda, La Fede de esos años juega heroicas batallas para recuperar los presos y desaparecidos de las garras de los genocidas. Fueron miles los comunistas perseguidos, cientos de presos, desaparecidos y asesinados por la dictadura. La lucha por los derechos humanos, el esfuerzo por mantener vivo al movimiento obrero y estudiantil, la propia batalla por mantener viva a La Fede en medio del horror son algunos de los méritos de esta fuerza juvenil en los momentos más duros para la lucha revolucionaria. Los años ´80, con la vuelta de la democracia son los primeros años de reconstrucción del movimiento juvenil: de la fuerza estudiantil, obrera y popular. Se recomponen las Juventudes Políticas y se fortalece la solidaridad con Nicaragua, con El Salvador y con Chile que enfrenta a Pinochet en las calles. Nuevamente La Fede se destaca por su internacionalismo revolucionario, abrazando ya en esas épocas las mejores tradiciones del comandante Ernesto Che Guevara.
Apenas puesta a andar la nueva línea definida en el XVI Congreso, que rompe con la idea de la vanguardia autoproclamada, que diseña la estrategia de poder popular y unidad de las izquierdas, cuando formamos el Frente del Pueblo, el Frente Amplio de Liberación y la primera Izquierda Unida, constituimos, en la universidad, el Frente Amplio Estudiantil Santiago Pampillón, avanzamos en la lucha contra el gatillo fácil, etcétera. La historia parece estallar en un giro de locura: el campo socialista encabezado por la Unión soviética colapsa y comienza un penoso proceso de regresión al capitalismo. "Todo lo sólido se desvanece en el aire" había escrito Marx y la propia izquierda parecía darle razón. El movimiento revolucionario se estremece y son miles los que no soportan la presión triunfalista de un capitalismo que parecía haber alcanzado el fin de la historia.
Fue a partir de este hecho, que empezó una carrera descomunal entre el bloque dominante por recomponer su gobernabilidad y su consenso y entre las fuerzas populares por gestar una alternativa política, que pudiera condensar toda la lucha de la resistencia al neoliberalismo, toda la rebeldía que se había expresado en la lucha popular, para disputar de una buena vez el poder real. El hecho de que los sectores del poder se hayan recompuesto más rápidamente no implica necesariamente que se hayan cancelado las posibilidades para la construcción de una alternativa popular. Pero también debe dejarnos en claro que la tarea principal de La Fede en esta etapa es ser capaz de aportar decididamente a la construcción de esta alternativa, siendo capaz de incorporar a los jóvenes a la lucha por la revolución desde una cultura superadora de las taras históricas que arrastra el campo popular argentino. La etapa de recomposición y de ofensiva que está teniendo el movimiento revolucionario, sobre todo en nuestro continente, nos plantea un escenario mas que alentador, lleno de posibilidades tanto para nuestra generación, como para nuestra cultura y tradición política.
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